“Cada taza de Café Tabacal es un homenaje a nuestra tierra, nuestras manos y nuestro sueño.”
Café Tabacal surge del sueño de preservar la tradición cafetera en la región de La Palma, Cundinamarca. Durante más de 15 años, nuestra familia ha cultivado este grano con esmero, respetando el entorno y apostando por la calidad. Cada taza cuenta la historia de nuestra tierra, de manos campesinas y de un paisaje que enamora.
La historia del café en La Palma, Cundinamarca, está tejida entre montañas, caminos empedrados y manos campesinas que, generación tras generación, han transformado la tierra en una cuna de sabores únicos. Aunque no existe una fecha exacta que marque el primer grano sembrado, se sabe que fue hacia finales del siglo XIX cuando las primeras semillas de café llegaron a esta región, transportadas por comerciantes y misioneros que subían desde el Magdalena Medio y el Tolima.
Atraídos por la fertilidad de los suelos, el clima templado y las condiciones ideales de altitud, los colonos de La Palma empezaron a sembrar café como complemento de las economías de subsistencia. Con el tiempo, el café pasó de ser un cultivo secundario a convertirse en el motor principal de las fincas familiares, reemplazando en muchas parcelas los cultivos de caña y maíz.
Las primeras exportaciones de café colombiano ya estaban consolidándose en el mundo cuando, en los cafetales de La Palma, las familias comenzaban a perfeccionar sus técnicas de cosecha y beneficiado. La geografía montañosa, que en un principio fue un reto logístico, se convirtió en una ventaja para producir cafés de altura, con perfiles de sabor limpios, complejos y de alta calidad.
En La Palma, el cultivo del café no solo ha sido un sustento económico: ha sido una escuela de vida, una herencia que se comparte entre abuelos, padres e hijos, y un motivo de orgullo comunitario. Las fincas cafeteras se convirtieron en puntos de encuentro, donde las faenas de recolección y secado reunían a familias y vecinos alrededor de historias, cantos y aprendizajes.
Hoy, más de un siglo después, La Palma sigue cultivando café con ese mismo espíritu de trabajo y amor por la tierra. Productores como Café Tabacal llevan adelante esta tradición, combinando las técnicas ancestrales con prácticas sostenibles e innovadoras, y compartiendo con el mundo un café que no solo tiene cuerpo y aroma, sino también alma e historia.
La finca Tabacal se encuentra a una altura promedio de 1400 metros sobre el nivel del mar. Propicia para producir un café excelso.
Cultivamos café junto a algunos cultivos de consumo local que funcionan como sombrios, de esta manera generamos una economía autosostenible.
La Vereda Tabacal, ubicada en las montañas de La Palma, Cundinamarca, es más que un punto geográfico: es un territorio lleno de historias, tradiciones y paisajes que hablan de resistencia y trabajo. Su nombre evoca los tiempos en que el tabaco era uno de los cultivos principales de la zona, antes de que el café se convirtiera en el protagonista indiscutible de sus laderas.
En las primeras décadas del siglo XX, Tabacal era una vereda donde las familias campesinas vivían de la agricultura de subsistencia, cultivando maíz, frijol, caña y tabaco, este último vendido en mercados locales y a pequeños intermediarios. Los caminos eran difíciles y la conexión con el casco urbano de La Palma tomaba horas a pie o a caballo. Sin embargo, la comunidad era fuerte, solidaria y profundamente arraigada a la tierra.
“Cada taza de Café Tabacal es un homenaje a nuestra tierra, nuestras manos y nuestro sueño.”
Tenemos nuestro semillero, garantizando un producto de origen 100% arábico.
Tostamos y empacamos nuestro café.
En Café Tabacal creemos que cada grano cuenta una historia de esfuerzo, respeto y pasión. Nuestros valores son el corazón de todo lo que hacemos, desde la siembra hasta la taza.
Cultivamos con prácticas responsables que cuidan la tierra, protegen los recursos naturales y garantizan el bienestar de futuras generaciones.
Trabajamos de la mano con familias caficultoras locales, valorando su saber ancestral y promoviendo condiciones justas y dignas para todos.
Cada proceso, desde la recolección manual hasta el tueste, está guiado por una búsqueda incansable de la excelencia, entregando siempre un café honesto, auténtico y de alta calidad.
Honramos las técnicas tradicionales de cultivo y procesamiento, mientras exploramos nuevas formas de crear experiencias sensoriales únicas a través del café.
Queremos que cada persona que prueba Café Tabacal o nos visita en el Mirador sienta la calidez de nuestra tierra y el amor con el que compartimos lo que hacemos.